Poner
en marcha una empresa puede ser una desafío ilusionante pero también puede
convertirse en la peor de las pesadillas a corto, medio y largo plazo. Muchos emprendedores que tienen ideas de
negocio, desarrollan una visión idílica del mismo que conlleva a tomar
decisiones de diferente tipología, una de ellas está relacionada con los
compañeros de viaje.
Crear
un negocio, exige ilusión, visión, motivación, actitud, esfuerzo, sacrificio,
trabajo y financiación, a veces, y cada vez más, aparecen nuevos emprendedores
por las circunstancias adversas de la vida, aquí aparece la famosa frase de si
el emprendedor nace o se hace, yo creo que cada persona va moldeando sus
comportamientos y actitudes hacia la vida conforme va creciendo en un
determinado entorno y que la aversión al riesgo que es mayoritaria en nuestro
país, viene determinada por factores culturales (nuestros padres casi siempre
nos empujan a estudiar para conseguir trabajo, no para generarlo), factores regulatorios (crear, mantener y hacer
crecer una empresa supone una serie de trabas difíciles de asumir) y factores financieros
(es difícil conseguir recursos para alimentar, al menos inicialmente un proyecto
empresarial).
Otro
factor relevante es la dificultad que tienen muchas personas de separar su vida
personal de su vida empresarial, ya no digo cuando hablamos de la separación
del patrimonio personal y profesional y, por tanto, separar objetivos
personales y empresariales.
En
este sentido, afrontar un proyecto de empresa con un determinado modelo de
negocio exige a los emprendedores tomar una decisión crucial, si hacerlo en
solitario o en compañía de otros socios, pues muchas personas piensan que
necesitan trabajar junto a otros por razones diversas, algunas relacionadas con
diluir el riesgo del negocio, otras con la necesidad de contar con otras
fuentes de financiación y otras por buscar complementariedades para el negocio
a desarrollar, a veces, también para tener alguien con quien apoyarse mutuamente
en momentos difíciles.
Aunque,
a priori, puede parecer que dos o tres cabezas piensan mejor que una, no
siempre es así, pues somos diferentes en nuestros pensamientos y objetivos. La
decisión no es baladí, pues de ella dependerán los pasos a seguir y
probablemente será la causa del éxito o fracaso del negocio. Por ello, la
primera reflexión que debe realizar un futuro empresario es si necesita o no
realmente más socios. No se debe confundir la necesidad de un socio con la
necesidad de un empleado, algo muy común entre empresarios iniciados. Yo me
caso con mi mujer que es mi socia en el matrimonio, lo hago porque tenemos un proyecto de vida en
común, pero si lo hago porque necesito que alguien me haga la cama, limpie la
casa y me ponga la comida, amén de otras necesidades más básicas, entonces,
además de ser un machista, es que soy tonto de solemnidad porque hubiera sido
mejor contratar una asistenta que viene unas horas a casa y que la puedo
despedir cuando no la necesite, mientras que con el otro modelo, tengo que
estar 24 horas con alguien con quien no comparto un proyecto, que vamos a estar
discutiendo todo el tiempo y cuando llegue el divorcio será muy traumático.
Igual
que en algunas parejas puede ocurrir con los socios de una empresa, tras el
enamoramiento inicial, el noviazgo, la boda y el viaje de novios, comenzamos un
proceso de convivencia que es lo que determinará la longevidad de la relación, pues
si aparecen divergencias en el proyecto, si uno de los socios lo hace todo por
la empresa y el otro apenas aporta, si aparecen infidelidades (también las hay
empresariales) o los reproches ante problemas, la relación empresarial comienza
a verse afectada y se va generando un cáncer de muy difícil tratamiento y con
pronóstico letal.
Así
pues, en mi experiencia, no solo laboral, sino en la empresarial (que es donde
más se aprende y más golpes recibes), he conocido personas y socios de todo
tipo, unos muy recomendables y otros que eran o son un puro espejismo de lo que
decían ser ya que tras ellos no había nada, salvo que son grandes encantadores
de serpientes.
Yo,
que soy una persona a favor del trabajo en equipo, creo que la clave reside, a
la hora de poner en marcha un negocio, en elegir muy cuidadosamente los
componentes del equipo, teniendo en cuenta sus puntos fuertes y débiles y su
capacidad para poner en riesgo la visión de negocio que se tiene. Algunas
personas, serán parte del equipo fundador, y serán socios empresariales y otras
serán colaboradores con aspiraciones a ser asociados si cumplen con los
objetivos pactados y ellos mismos se sienten involucrados y motivados por el
proyecto.
No
hay que obligar a nadie a que se asocie contigo, muchos emprendedores piensan
que un plan de negocio se hace sólo para enamorar a los inversores y
potenciales socios, lo cual no deja de ser una de sus facetas, pero cuidado si
te embarcas con alguien al que has engatusado y luego se revuelve contra ti y
te muerde, o simplemente, te deja tirado a mitad de camino.
Junto
con la elaboración de un plan de negocio, el futuro empresario debe hacerse
algunas preguntas sobre los socios que quiere embarcar en su nave societaria,
las respuestas a las mismas determinarán el rumbo del negocio y las tormentas
que aparecerán en el viaje. Aunque son
múltiples las cuestiones a analizar, sin entrar en las relacionadas con la
administración y control de la sociedad (que son objeto de reflexión aparte) voy
a exponer, las que considero más importantes, a la hora de elegir uno o varios
socios para remar conjuntamente.
1. ¿Por qué necesito un socio, qué busco
en él?
2. ¿Cuál es su grado de involucración y
compromiso con el negocio?
3. ¿Cuáles son sus objetivos y
expectativas?
4. ¿Cuál es la situación financiera y
personal del socio?
5. ¿Cuál es el CV de tu socio?
6. ¿Firmamos acuerdos para-sociales?
¿Por qué necesito un socio, que busco
en él?
Hay
quien opina que lo ideal es que los socios sean muy similares en actitud,
carácter y estilos de vida, de ahí que muchas personas se lancen a montar negocios
con amigos de toda la vida, con hermanos y familiares o incluso con compañeros
de trabajo con los que tiene buena relación. Eso puede funcionar al principio,
pero conforme pasa el tiempo vemos que la convivencia empresarial suele
deteriorarse por las divergencias en el enfoque del negocio y, en especial en
los intereses personales y/o profesionales del otro.
Un
socio, debería ser alguien que complementa, que suma y no que reste, pero que ayude
a llevar a buen puerto el barco, puede ser un socio financiero, puede ser un
socio con capacidad comercial y contactos, con involucración y capacidad de
trabajo, un visionario o alguien muy analítico que se enfoque en los detalles.
¿Cuál es su grado de involucración y
compromiso con el negocio?
Es
muy importante tener claro qué grado de implicación tiene una persona en el
negocio y cuál es el que el propietario quiere que tenga, pues ello va a
determinar si lo necesito como socio o no,
además de que guiará el tipo de relaciones existentes.
Aquí
me gusta diferenciar entre 7 tipologías de individuos que conviven dentro del
ecosistema de una empresa, está el emprendedor, el visionario, el empresario,
el inversor, el directivo, el colaborador y el empleado. Muchas veces, todas
esas facetas las asume la misma persona, pero no siempre tiene por qué ser así.
Hay
personas que son visionarias pero que no tienen los pies en el suelo, están
fuera del mercado y de la realidad, son soñadores que tienen muchas ideas en el
sofá de su casa, pero que nunca ponen en marcha porque no están realmente
despiertos, sólo sueñan, no son emprendedores. El emprendedor es el que despierta
del sueño, arriesga y se lanza a poner en marcha un proyecto pero se llega a
empresario cuando se es capaz de mover los hilos de forma armonizada, es decir,
se es capaz de gestionar todas las partes de la compañía como hace un
malabarista.
Sin
embargo, el inversor es alguien que pone dinero en un negocio igual que lo
haría comprando acciones en la bolsa, la diferencia es que en esta última su
capacidad de influencia y control es nula, mientras que en una empresa pequeña puede
exigir con cierta facilidad, cambios estratégicos, ya que al final busca
rentabilidad a corto, medio o largo plazo.
El
directivo, es un individuo que gestiona una o varias áreas de la compañía pero,
normalmente, no participa en el capital de la misma y espera un salario y un
bonus por resultados, nada más. Aquí se podría hablar largo y tendido sobre la
teoría de la agencia, pero eso lo dejaré para otro artículo.
El
colaborador es un mercenario (entiéndase en sentido positivo), trabaja para ti
y para otros, se puede involucrar en tu empresa en la medida que gana dinero
pero no lo hará en los momentos difíciles. Al trabajar para otros, que pueden
ser tus competidores, es importante ver si puede haber un proceso de vasos
comunicantes que altere o mine tu modelo de negocio.
El
empleado es un trabajador, que tienes contratado y que tiene una vinculación
laboral con la empresa, espera un salario y alguna gratificación, además de
carrera profesional, pero muchas veces, simplemente un sueldo para cubrir sus
expectativas personales.
Pues
bien, si tenemos un empleado o un colaborador o directivo que no cumple con sus
funciones o no se encuentra alineado con nuestros intereses, se despide y
punto, pero si se trata de un socio que además del capital inicial, no aporta
lo que se esperaba de él y todo lo hacemos nosotros, las discusiones serán
continuas y deberíamos tener protocolizado el procedimiento para este tipo de
contingencias. Si la involucración y compromiso se aleja de la inicialmente
pactada, habrá que resolver el problema antes de que sea una gran bola de nieve
que nadie pueda parar.
¿Cuáles son sus objetivos y
expectativas?
Muy
importante este aspecto, si tu quieres hacer crecer un negocio de forma
sostenible y estás pensando en el largo plazo y tu socio tiene un perfil más
especulativo y lo que busca es un crecimiento rápido para vender el negocio en
el corto plazo y realizar importantes plusvaliás , puede ser que todas las
decisiones se vean marcadas por esta necesidad imperiosa, habiendo discusiones
sobre inversiones y estrategias que serán de difícil consenso.
Si
tienes un socio inversor que lo que busca es rentabilidad a corto, mientras que tú la buscas a largo y quieres
crear una corporación empresarial, lo mejor es que no tengas a ese socio, pero
si lo necesitas por cualquier otra razón, lo ideal es pactar un mecanismo
ordenado de salida de la empresa, de modo que cuando se cumplan las
expectativas mínimas exigidas, tu puedas seguir con tu proyecto.
¿Cuál es la situación financiera y
personal del socio?
Es
importante analizar cuáles son las obligaciones económico-financieras del
socio, si tiene un nivel elevado de endeudamiento o si tiene hábitos de gastar
dinero “sin ton ni son” o si lo que busca es un salario que le permita mantener
un nivel de vida elevado, pensando que la empresa es el medio. También es clave conocer su situación familiar
y su relación con el cónyuge, pues muchas decisiones se originan en la alcoba y pueden cambiar o
minar el rumbo de la empresa. Seamos cuidadosos, pues nos asociamos con una
persona pero no con su cónyuge, el socio de mi socio no es mi socio.
Puede
ocurrir que el socio tenga intereses personales que oculta a la empresa y que
todas sus motivaciones estén movidas por ellos, sería bueno despejar dudas y
hablar con franqueza de la situación familiar y cómo puede afectar a la
sociedad o como puede beneficiarla.
A
veces no los oculta, simplemente los ve como algo natural, por ejemplo, tener
que cuidar de alguien o tener que llevar a los niños todos los días a
determinadas actividades o tener cualquier otro compromiso familiar, si bien
debemos saber conciliarlo, puede ocurrir que no esté también al 100% en el
negocio y esté continuamente a medio gas, interrumpiendo reuniones , no acudiendo a citas con clientes o simplemente
con la cabeza llena de preocupaciones personales (todos tenemos alguna) que le
impidan ver con claridad sus funciones en la empresa. Creo que debemos ser
tolerantes, hasta cierto punto, con este tipo de situaciones, pero no dejar que
la vida personal de alguien afecte a la tuya y, mucho menos, a la viabilidad de
la empresa.
Recuerdo
a un importante director de una multinacional, que vivía continuamente bajo los
problemas de un divorcio y que incluso pedía a su secretaria que mintiese continuamente
a clientes y proveedores, pues pensaba que el abogado de su mujer le perseguía
con llamadas para saber su nivel de ingresos y negociar mejor la pensión
compensatoria. No era socio, pero estaba muy desenfocado en sus funciones y, al
cabo de un tiempo, fue despedido de la empresa.
Debe
siempre haber una relación de confianza mutua que permita una comunicación
sincera y fluida entre los socios en la que cada uno se sienta cómodo con la
posición de los demás y no mezclar amistad ni problemas personales con los
negocios, algo que termina en fracaso.
¿Cuál es el CV de tu socio?
Sería
bueno estudiar la trayectoria profesional de quienes te pueden acompañar en el
viaje, si ha ocupado puestos de gestión, si ha dirigido empleados, qué niveles
de facturación beneficios ha gestionado. Cuál es su comportamiento y cuáles son
sus decisiones ante situaciones de crisis, qué opinan sus empleados, compañeros
o jefes de su gestión y de su honradez, cuál es su fama en el sector, si le
gusta gastar mucho presupuesto en gastos innecesarios de la compañía, disponer
de coche de empresa, hacer comidas en restaurantes de lujo, todo a costa de la
empresa. Si ha sido empresario o lo es de otra sociedad, cuál es su estilo de
gestión, si es autoritario o paternalista, cuáles son sus valores y principios,
si es amigo de realizar impagos o no tiene escrúpulos en dejar una empresa en
quiebra y dejar sin pagar nóminas, si es amigo de defraudar a la Hacienda pública
o la Seguridad social, etc.
En
mi actividad profesional, he conocido y conozco personas que no tienen el más
mínimo escrúpulo en maltratar empleados y colaboradores, por el mero hecho de
manifestar su posición de poder y otros que dejan de pagar deudas con
acreedores y que duermen muy tranquilos o simplemente que pagan mal y muy
tarde, no por necesidades financieras del fondo de maniobra sino porque lo
llevan escrito en su ADN. Otros que he conocido no cumplen lo que prometen, se
dicen y se desdicen con una naturalidad envidiable, parecen políticos, o
simplemente cambian de rumbo de un día para otro, con el consiguiente efecto en
la plantilla. El problema es que su comportamiento mancha la imagen de la
empresa de la que eres también socio y, por la propiedad transitiva, terminas
siendo (a ojos de los demás) igual que tu socio. No creo que sean un modelo de
ética y comportamiento para la clase empresarial, pero de todo debe haber en la
viña del Señor. Este tipo de individuos son el maná de las empresas de cobro de
morosos, pero no todos queremos tenerlos a nuestro lado.
¿Firmamos acuerdos para-sociales?
Aunque
parece falta de confianza, a veces es importante saber si el socio estaría
dispuesto a poner por escrito todo lo que dice que va a hacer en la sociedad,
todo lo que dice que aporta y a mantener un compromiso e involucración que no
suponga una jugarreta al resto de socios. No todo se puede poner por escrito,
pero algunas veces, la incorporación de un socio viene avalada por unas
supuestas capacidades y habilidades que deberían traducirse en objetivos a
cumplir. Igualmente es importante, poner por escrito cómo se van a organizar
las relaciones entre los socios, más allá de lo previsto en los estatutos de la
sociedad.
Como
se puede observar, se puede hablar largo y tendido sobre el tema, pues surgen
nuevas preguntas ante la aparición de socios, pero da para escribir todo un
libro. En definitiva, mi consejo es que para elegir a uno o varios socios, no
hay que dejarse llevar por el impulso, sino que hay que reflexionar y meditar
buscando el interés mutuo y la estabilidad en la relación empresarial, llevando
a cabo procesos de adaptación y admiración mutua hacia las aportaciones del
otro, con una confianza basada en el respeto y una mentalidad abierta para
aceptar propuestas o ser receptivo ante las opiniones de los demás, pues
siempre van a aparecer puntos de desencuentro, que debemos saber gestionar
sabiamente por el bien común de la compañía, algo que puede incluso ser una
fuente de ventaja competitiva frente a otras empresas.
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