martes, 4 de noviembre de 2014

CORRUPCIÓN POLÍTICA, HACIA LA TRANSICIÓN POLÍTICA 2.0

En los últimos días estamos asistiendo a la detención e imputación de nuevos personajes de la vida pública y/o empresarial de este país, según las cifras de algunos medios, 141 imputados en el mes de octubre.  La cantidad de presuntos delitos de corrupción ha sobrepasado con holgura los límites de la paciencia de la ciudadanía, hasta el punto de que, independientemente de los nuevos casos que se puedan destapar, que aparecerán, algunos partidos, en especial Podemos, están capitalizando la indignación, la frustración, la ira y furia de los ciudadanos para conseguir gratis una campaña de marketing sin igual que está teniendo una relación coste beneficio que ya la quisieran para sí los demás partidos.

De hecho, la indignación de los ciudadanos aumenta exponencialmente, pues de los 1.900 imputados que se contabilizan por casos de corrupción, sólo han sido condenados 170 y, de ellos, sólo 30 se encuentran en la cárcel, bueno, realmente 29 porque Jaume Matas ya se encuentra en tercer grado penitenciario después de pasar 3 meses en la cárcel en el módulo de ingresos y varias causas judiciales pendientes.

TRUCO O TRATO

Tampoco me queda claro si robar varios millones de euros e ir a la cárcel un par de años es un castigo o un premio, porque al final, por un lado, nadie devuelve el dinero  (con lo cual es un buen salario en poco tiempo) y, por otro,  las cárceles españolas parecen resorts de lujo, véase el caso de la cárcel de Estremera que tiene piscina, jardines y biblioteca con acceso a internet y otras prebendas, imagino que incluso las celdas son Junior Suites con jacuzzi, vistas panorámicas y todo tipo de complementos.

Por si fuese poco, no hay un reintegro o restitución de los patrimonios ilegalmente sustraídos al erario público, ni intención de hacerlo. De hecho, ni siquiera hay reconocimiento del delito o, si lo hay, no hay muestras de arrepentimiento (sólo basta con ver el caso de las tarjetas black o de la alcaldesa de Alicante). Además de que no se reintegran los fondos obtenidos ilegalmente, cuando el imputado se encuentra acorralado y no le queda otra que reconocer el delito, primero reconoce el menor de todos para dejar al margen el resto de los cometidos, segundo evitan dejar su cargo político hasta que no les queda otra, tercero reconocen el delito fiscal de aquello que ha prescrito pero evitan reconocer los sobornos y comisiones fuente de la corrupción.

Algunos, sin pudor alguno, declaran sufrir síndrome confusional y evitan declarar ante el juez y otros, simplemente, siguen en su cargo con mirada desafiante hacia los ciudadanos y sus compañeros de partido, sin sufrir el más mínimo bochorno. Muy seguros de si mismos se encuentran, probablemente porque se sienten arropados con la manta de otros, manta de la que amenazan tirar.

Es tal el clima social que algunos jueces comienzan a ordenar el ingreso en prisión para aquellas personas condenadas a menos de 2 años para evitar el escándalo social que se puede vivir y que puede resquebrajar los pilares de nuestro sistema legal.


DELITO FISCAL O BLANQUEO DE CAPITALES

Una pregunta que hago a algunas personas es si es más grave no pagar impuestos o saquearlos, es decir, es peor no ingresar el dinero en las arcas públicas o llevárselo del erario a manos llenas para enriquecimiento personal de algunos o simplemente para hacer obras faraónicas que contribuyan a que algunos políticos pasen a los anales de la historia.

Creo que dentro de nuestra cultura, como país y como sociedad, tenemos muy arraigado que es mucho más grave robar que dejar de pagar, no hay más que ver el castigo con que se paga la morosidad, en algunos casos ninguno. De hecho, las fuerzas de seguridad del Estado persiguen a quienes retraen el patrimonio de otros pero no a quienes dejan de pagar lo que deben, eso al menos no se persigue penalmente, suele ser un tema civil o administrativo.

Aquí nace el problema, pues se critica al ladrón pero no al gorrón, y dentro de los ladrones, se penaliza más al robaperas que al ladrón de cuello blanco. La complejidad en el delito conlleva un premio mayor, pues la posibilidad de condena se reduce.

Aunque parezcan delitos similares, la realidad es que el delito fiscal se comete cuando en un ejercicio se defrauda a la hacienda pública un importe superior a 120.000€, lo que conlleva pasar de una sanción administrativa a un proceso penal. Sin embargo, el blanqueo de capitales, la corrupción, el tráfico de influencias y otros similares están tipificados dentro del código penal con penas mucho más elevadas que el delito fiscal.

De hecho, el blanqueo de capitales consiste en la introducción de fondos monetarios en el circuito del sistema financiero mediante la articulación y estructuración de operaciones que buscan disfrazar el origen de dicho dinero, sus propietarios reales y la ubicación de los capitales, permitiendo la integración de dichos fondos en la sociedad mediante bienes con apariencia legítima.

Admitir el blanqueo de capitales supone admitir el origen delictivo del dinero, ya sea por corrupción, tráfico de influencias, cohecho, o una mezcla de todo, lo que supone, en la práctica, enfrentarse a penas de cárcel muy superiores y a varias causas judiciales en paralelo.

Por otra parte, el fraude fiscal puede ser un delito cometido en solitario, pero los otros cargos, conllevan casi necesariamente la existencia de sistemas piramidales organizados que pivotan sobre las estructuras y centros de poder político y que involucran a muchas personas simultáneamente, lo que asemeja a comportamientos delictivos como los de una mafia o banda criminal.

Es tal el sentimiento de impunidad que tienen que en algunos casos, van dejando pruebas y rastro de los actos delictivos cometidos, convencidos de que están por encima de los demás y que como hay otros implicados, la amenaza de tirar de la manta va a cerrar muchas bocas poderosas.

EL VIAJERO SIN BILLETE

Todos conocemos a personas que se aprovechan del esfuerzo de los demás, y que ante la complacencia de todos, hacen lo que les da la gana. Recuerdo un compañero de clase que siempre que íbamos a tomar unas cervezas en grupo, era el que pedía para él la bebida más cara, las marcas más prestigiosas y los pinchos más exquisitos, mientras que los demás íbamos simplemente a tomar un café en un descanso entre clases. El problema que todos comentábamos era que la factura del bar se pagaba con un bote que poníamos a escote entre todos y, este individuo, en varias ocasiones había olvidado su cartera en casa. Al final, por educación, terminábamos pagando los demás las consumiciones de este individuo que ya apuntaba maneras, no sé dónde trabajará ahora, pero probablemente esté repitiendo ese tipo de comportamientos en su entorno mientras que nadie le pare los pies.

En nuestra sociedad, aunque cada vez se condena más el fraude fiscal, se sigue tolerando a quienes no pagan impuestos, a veces un familiar o simplemente nosotros mismos cuando evitamos pagar el IVA. Bien es cierto que la voracidad del Estado está favoreciendo este tipo de prácticas ya que al final siempre somos los mismos los que pagamos la factura fiscal.

Todo lo anterior, sirve de alimento a una sociedad civil más defraudada con el sistema y sus dirigentes,  muchos de ellos han perdido hasta la vergüenza y, mientras tanto, me pongo a pensar en el canto de sirena de Podemos y veo, con sorpresa que su discurso cala a fondo conforme se van aireando nuevos casos de corrupción. Mucha gente piensa que es el gran y ansiado “mirlo blanco” que va a resolver, de un plumazo y de la noche a la mañana todos nuestros problemas como sociedad y como ciudadanos.

¿EL FIN DEL BIPARTIDISMO?
El PP, PSOE e IU, por su parte, están en caída libre, y lo que están haciendo, cara a la galería, para salvarse es dinamitar de forma controlada aquellas partes o representantes del partido que se encuentran gangrenadas antes de que el resto del cuerpo se vea indefectiblemente afectado por la enfermedad. El problema es que, el cáncer que sufren los principales partidos políticos, está en fase IV y situación de metástasis con bajas probabilidades de supervivencia y pronóstico letal.

Según la última encuesta del CIS, el partido de Pablo Iglesias (PODEMOS) se convertiría a día de hoy en la primera fuerza política por intención de voto directa con un 27% (según Metroscopia)  frente al resto de partidos que tendrían menor porcentaje. Parece ser, que ante estos resultados, el CIS ha pospuesto una semana su barómetro de octubre, y cabe preguntarse por qué hace esto si no es por el revuelo social que genera este dato y por el nerviosismo  político que despierta entre los tres partidos históricos de la democracia (PP, PSOE e IU), que comienzan a preocuparse seriamente ante el más que probable resultado de las próximas elecciones generales, si alguien no lo impide. Una simple reflexión recordando a Chicote, me hace pensar que tal vez se estén cocinando los resultados del CIS para evitar un escarnio político y público que avergüence (si es que se puede más)  a los partidos políticos ante la ciudadanía y ante el resto de gobiernos europeos y del mundo. Sólo falta que el pequeño Nicolás  esté de jefe de cocina, mediando en los resultados de dicha encuesta, tampoco me extrañaría mucho con lo que estamos viendo.

En este contexto, los partidos tradicionales han perdido su capacidad de seducción y ven cada vez más difícil seguir convenciendo al ciudadano para que les vote, pues la gran mayoría de todos nosotros estamos hartos de que unos pocos metan sus manos en nuestros bolsillos y los de las próximas generaciones para llenar los suyos y los de sus allegados.

BUSCANDO POLÍTICOS HONESTOS Y PREPARADOS

Si los actuales partidos fuesen de cultura samurái, pondrían en marcha el “harakiri” para salvar su honor, pero difícil es que quien vive del sistema acometa un proceso de catarsis y regeneración que suponga el suicidio político colectivo de los que ahora están para ser sustituidos por savia nueva y fresca que no esté infectada por los males endémicos del sistema.

Cualquiera puede aspirar a desempeñar un cargo político, a servir a los ciudadanos, pero no cualquiera está capacitado técnica ni moralmente para ello. Al igual que ocurre en el mundo empresarial, debería haber mecanismos de selección y reclutamiento de todos aquellos que vayan a engrosar las listas electorales de los partidos, con un buen curriculum (no digo brillante) acorde a las funciones y competencias que debe tener para el puesto político.

No se puede ser honesto y decente porque lo diga una ley, los partidos no pueden esperar acabar con la corrupción con un gran desarrollo legislativo, pues el político debería ser fiable y ejemplar, algo que nace de la educación de cada uno y no de la imposición mediante sistemas punitivos o coactivos que, como podemos observar, no funcionan en la práctica.

Puestos a soñar con un modelo político mejor, aunque no creo que sea posible alcanzar la tolerancia cero en el ámbito de la corrupción, si es posible, a largo plazo, desarrollar programas de educación en la escuela, de concienciación en la sociedad y de control por parte de las instituciones, que permitirían reducirla en gran medida. Mientras tanto, en el corto plazo, creo que podrían articularse mecanismos de headhunting profesional estableciendo sistemas de reclutamiento y selección similares a los de las empresas más exigentes del mercado, buscando como Juan Valdés, el mejor grano que dé el mejor café, sin embargo, mientras no cambiemos el sistema electoral y el modelo de partidos políticos de la transición del 1975, la Transición 1.0, no seremos capaces de transformar nuestro modelo de Estado.

La vida política se ha profesionalizado de una forma tal que se ha convertido en el modo de vida de muchos y en el instrumento para enriquecerse de otros, todo basado en que el dinero público no es de nadie y si falta se suben los impuestos sin pudor alguno. Si aceptamos que hacer política pueda ser una profesión y debe estar bien pagada (que en muchos casos ya lo está), como ocurre con los altos directivos de las multinacionales, entonces debemos exigir que los que se presenten a las elecciones, lo hagan con listas abiertas y que tengan las competencias y habilidades adecuadas a su profesiograma político, así como los conocimientos técnicos adecuados para gestionar la maquinaria del Estado, por ello, sería deseable que cada político pase por un proceso de selección y reclutamiento al igual que en las empresas y que su mandato pueda ser revocado en cualquier momento en vez de esperar 4 años.

El que haya muchos políticos que desde sus inicios trabajen para el partido, que no sepan lo que significa hacer la cola del paro, echar CV durante meses sin recibir una llamada, formarse para mejorar, no haber trabajado en una empresa privada, en definitiva, no haber pasado por lo que pasa un ciudadano normal y corriente, les sesga su capacidad de acercarse a las necesidades del ciudadano y los pone en un plano superior donde piensan que todo vale y que son los titiriteros que con sus hilos nos manejan a todos a su antojo.

HACIA LA TRANSICIÓN 2.0

De la misma forma que a un economista, un médico, un odontólogo o un ingeniero, le exigimos una formación y un título oficial que certifique mínimamente su cualificación, deberíamos exigir a quienes nos dirigen que realicen una formación específica y que tengan un certificado de conocimientos mínimos, competencias, habilidades y honestidad demostrada.

¿Se imaginan a un político enviando su CV a un portal de empleo especializado en selección de políticos para partidos y sufrir los procesos de RRHH que sufren excelentes profesionales del mundo empresarial? Aunque sea una idea algo rara (y poco viable hoy dia), no sería mala idea que pensásemos que si realmente queremos cambiar todo lo que no nos gusta de nuestros mandatarios, hay que cambiar de raíz la forma de hacer política y de elegir a quienes van a marcar el rumbo de nuestras vidas y el destino de nuestros impuestos. Necesitamos un modelo totalmente nuevo y no más de lo mismo con otras caras, es decir, el mismo perro con distinto collar.

Muchos hablan de regenerar el sistema y yo hablo de resetearlo, redefinirlo y rediseñarlo para volver a parametrizarlo con los valores del siglo XXI y volver a rearrancarlo con el nuevo sistema operativo que llamo Transición 2.0.







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