sábado, 12 de enero de 2019

UN RETIRO NO TAN DORADO, EL FUTURO DE LAS PENSIONES

Aquí reproduzco mi último artículo en el diario Expansión sobre el futuro de nuestras pensiones y, sobre todo de las de nuestros hijos y nietos. Cuánto antes comencemos a concienciarnos de que debemos buscar mecanismos alternativos que complementen nuestra pensión, menos dolores de cabeza tendremos en el futuro.


Según un reciente estudio, en el año 2040 España será el país con mayor esperanza de vida del mundo, con 86 años, superando al actual que es Japón. Ser el país más longevo está bien para los ciudadanos pero pone los pelos de punta al Gobierno que tiene un grave problema con el sistema actual de pensiones con origen en los años 60 donde la longevidad era de 70 años y la tasa de natalidad era el triple de la actual (era la época del baby-boom) donde cada mujer tenía una media de 3 hijos frente a 1,3 actualmente y con baja incorporación al mercado laboral.

En 2018, en España hay 9,7 millones de pensionistas que cobran en media 960 euros frente a los 7,5 millones que había hace 20 años con una pensión de 443 euros. Si se consideran las pensiones por jubilación, el importe medio ha pasado de 810 euros en 2008 a 1.105 euros en 2018, lo que supone un incremento del 34% en ese periodo y lo peor está por llegar, pues las bases de cotización son mayores y las pensiones y número de pensionistas crecerán en los próximos años haciendo inviable el sistema actual.

Conforme aumenta la longevidad y se invierte la pirámide poblacional (en 2030 el 25% de la población tendrá +65 años), la tasa de dependencia, que es el verdadero eje vertebral del actual sistema de pensiones, se hace cada vez mayor pasando de 3,2 jubilados por cada 10 personas en edad de trabajar en 2018 a 7,6 en 2050 o, dicho de otra forma, que en 2050 habrá 1 contribuyente a la Seguridad Social por cada pensionista mientras que ahora hay dos. Además de que las cotizaciones en España son más elevadas que la media de la UE-28, la tasa de reemplazo, es decir, el porcentaje que se cobra de pensión respecto al último salario, en España está en el 82% frente al 43% de la UE-28 lo que complica aún más el problema pues la Comisión Europea indica que en España en 2050 será del 52%. Si a esto añadimos la elevada tasa de desempleo junto con la precariedad laboral, los bajos salarios y el descenso demográfico proyectado, el cocktail explosivo sobre las pensiones futuras está servido.

En esta línea, la OCDE acaba de anunciar una serie de recomendaciones a España entre las que destacan el incremento de la edad de jubilación más allá de los 67 años, el cambio en el sistema de pensiones impulsando los planes privados y mayores incentivos a la ampliación de la vida laboral.

A la vista de los datos, cada vez parece más evidente que será necesario tomar medidas que complementen la menor pensión pública que recibiremos en el futuro a lo que habrá que añadir un nuevo modelo de pensiones sostenible que considere toda la vida laboral para el cálculo de la pensión y que permita mantener la equidad inter e intra-generacional, no sólo determinando el techo de gasto que el Estado puede permitirse para el pago de pensiones así como los mecanismos de financiación, sino incentivando la contratación de sistemas privados que compensen el impacto en el poder adquisitivo, a la vez que se debe vincular tanto la edad de jubilación junto con el importe de la pensión a la esperanza de vida desincentivando la jubilación anticipada e incentivando medidas de prolongación voluntaria de la vida laboral o incluso poder seguir trabajando mientras se recibe una pensión como complemento para mantener el poder adquisitivo.

Ante esta panorámica, debemos preguntarnos, como hace la OCDE, si llegaremos a recibir una pensión pública en los próximos 20 años y de ser así, si la cuantía de la misma será similar, en poder adquisitivo, a la actual, un problema grave que todos los gobiernos intentan ocultar bajo la alfombra dando una patada al problema hacia delante con la esperanza de que otros lidien con la patata caliente en el futuro. Sin embargo, más bien temprano que tarde, alguien tendrá que ponerle el cascabel al gato y dejar a un lado populismos e intereses partidistas o ideológicos que no van a llevar a ninguna parte. Hasta ahora, con el conocido Pacto de Toledo, todos los gobiernos han ido aplicando parches y hay que asumir lo que hasta ahora es un secreto a voces, la incapacidad del sistema actual y de las arcas públicas para mantener niveles de pensiones similares para quienes se jubilen en los próximos, aceptando con determinación, amplitud de miras y política de Estado, que ha llegado el momento de abordar un nuevo modelo, sin paños calientes, siendo conscientes de que la sostenibilidad financiera del sistema actual tiene los días contados y que debemos mirar hacia delante con perspectiva y no por el espejo retrovisor.

DEUDO-DEPENDENCIA PÚBLICA, EN 2019 MÁS DEUDA

Mi último artículo sobre Deuda Pública publicado en el diario Cinco Días


De pequeño recuerdo haber leído el famoso cuento de la cigarra y la hormiga, en verano la cigarra cantaba mientras se reía de la hormiga que trabajaba para acumular comida para el invierno, hasta que éste llegó y la cigarra buscó a la hormiga para que le prestase grano, el final todos lo conocemos. Muchos de los países desarrollados o en vías de desarrollo y algunos emergentes, están enormemente endeudados, son cigarras y el FMI ya ha alertado de que deben ser hormigas ya que muchos de ellos no están preparados para hacer frente a situaciones adversas como un cambio de ciclo económico o políticas monetarias que endurezcan los tipos de interés o el acceso al crédito. Y es que no aprendemos de la literatura popular, ni siquiera de los errores del pasado cuando hace muy pocos años hemos sufrido una crisis económica y financiera mundial que ha puesto contra las cuerdas al euro y que se ha solventado con el rescate de varios países mientras el BCE sigue regando con dinero las necesidades financieras de las economías de la eurozona.

Hoy me he despertado pensando que debo a alguien que desconozco 3 euros más que ayer pues la deuda pública per cápita ha crecido un 2,7% en los últimos 9 meses, hasta situarse en unos 25.200 euros, a escote como se dice popularmente. Sin embargo, no hago más que oír que la deuda se va a mantener estable en un 98% del PIB, similar al año pasado y que incluso el déficit público se reducirá alcanzando superávit primario en 2019, no lo entiendo. Porque claro, yo sé que los Estados no son los que deben ese dinero, sino que somos los ciudadanos, los de ahora o los del futuro, quienes pagaremos los excesos del pasado mediante más impuestos, eso y la muerte son hechos seguros.

En el caso de España, es uno de los países más endeudados del mundo y ha cerrado el tercer trimestre de 2018 con un total acumulado de deuda pública de 1.174.917 millones de euros y se estima que el déficit público será similar al del año pasado, manteniendo una senda de crecimiento incesante. Así pues, en los primeros 9 meses del año, el aumento del stock de deuda respecto del cierre de 2017 ha sido de 30.500 millones de euros, 7 mil menos que en todo el año anterior y el déficit público a mitad de año suma más de la mitad del total con el que cerró 2017. En este sentido, Bruselas ha criticado la viabilidad de los presupuestos de 2019, poniendo en duda su capacidad recaudatoria y, por tanto, el cumplimiento del objetivo de déficit y deuda pública conforme al Plan de Estabilidad y Crecimiento.

En el fondo, cuando alguien se endeuda no hace más que anticipar al presente los gastos corrientes que podría tener en el futuro y con ello, disfrutar con antelación de un bienestar que no podría gozar si no fuese por el crédito. El único inconveniente que tiene el sistema es que, 1) no es gratis, pues hay que pagar intereses, 2) hay que devolver el dinero prestado y 3) hay que cruzar los dedos para que se mantenga la capacidad de generar ingresos de modo que no ponga en riesgo la obligación de hacer frente a los dos primeros puntos.

Al igual que una familia, el endeudamiento moderado permite acometer nuevos proyectos e inversiones que posibilitan crecer gracias al efecto multiplicador del apalancamiento financiero. Sin embargo, elevadas dosis de deuda frenan dicho crecimiento debido a que la gran mayoría de nuestros ingresos debemos dedicarlos al servicio de la deuda impidiendo invertirlos eficientemente en mayor crecimiento económico.

 

En cualquier caso, nos encontramos ante un círculo vicioso en el que los desequilibrios de las cuentas públicas se transforman en incrementos de la deuda que a su vez generan mayores intereses que a su vez aumentan el déficit. Por muchos esfuerzos que los gobiernos realicen para ajustar y recortar el gasto público corriente, el peso de la mochila de los intereses tiene un elevado peso y, por ello, es fundamental acometer reformas estructurales que permitan mejorar la recaudación tributaria junto a recortes (palabra políticamente incorrecta) del gasto público improductivo que permitan atacar de raíz el déficit como prioridad estratégica de Estado.

Por otro lado, la clase política habla de la equidad social, la redistribución de la renta y riqueza, pero lo hace con las luces cortas sin pensar que el exceso en el dispendio público no fomenta la solidaridad inter-generacional, pues se está dando una patada hacia delante a un problema que afrontarán las generaciones futuras. Además, algunos políticos se han habituado, de tal manera, a pagar todas sus decisiones sin el necesario equilibrio presupuestario, con cargo a la emisión de deuda, de forma cómoda, que parecen haberse creado un síndrome de deudo-dependencia aguda del que será difícil desengancharlos. Y los nuevos equipos de gobierno que llegan, se encuentran con una bola cada vez mayor que no saben cómo detener, sin afectar a sus intereses electorales, por lo que pasan la patata caliente a los venideros, a sabiendas de que nadie les va a responsabilizar por sus malas decisiones ya que muchas veces sus efectos adversos se evidencian a largo plazo.

Si añadimos a la ecuación a los bancos centrales, cuyas políticas monetarias alimentan el fuego de la deuda y facilitan los desequilibrios presupuestarios, tenemos todos los ingredientes para la gran fiesta del gasto en la que vivimos y en la que terminaremos con una fuerte resaca. Para evitar lo que está por llegar, siguiendo las recomendaciones del FMI, Bruselas y la OCDE, habría que diseñar, de forma consensuada y sin paños calientes, una hoja de ruta para reducir significativamente el déficit, dejando a un lado los tintes populistas de unos y otros, con sentido de Estado, donde prime la sensatez y la viabilidad económica, que nos permita disfrutar ahora del bienestar que podemos permitirnos para que las futuras generaciones también puedan hacerlo. Necesitamos, para ello, gobernantes hormiga y no cigarras que disparan con pólvora ajena, pues a la larga será beneficioso para todos.