martes, 26 de noviembre de 2013

TALENTO A LA FUGA


En una ocasión, dos directivos de una empresa se encontraban discutiendo acaloradamente sobre un tema de debate de la compañía, los procesos de formación de los empleados. Uno de ellos opinaba que la formación era fundamental para conseguir una ventaja competitiva basada en la mejora del capital humano y el otro opinaba que suponía un gasto inútil y que no iba a aportar nada a largo plazo.

-          Luis, no estoy de acuerdo con la política de formación de la compañía, estamos pasando por tiempos de crisis y apenas tenemos presupuesto para los gastos operativos de la compañía o para hacer nuestras campañas publicitarias, no creo que gastar el dinero en formación vaya a aportar gran cosa y es quemar el dinero, ¿y si formamos a todos nuestros empleados y al cabo de un tiempo se nos van a la competencia?

Luis, que era una persona analítica, metódica y con gran visión de futuro le contestó a Juan, pero hombre, no seas optimista, ¿y si no formamos a nuestros empleados y se nos quedan en la empresa?

No hay nada más frustrante para un empresario que buscar y pagar una buena formación de un empleado y que luego se marche a la competencia, pero la clave no reside en formar o no a los empleados, sino en saber retener el talento y el conocimiento, esa es la gran asignatura pendiente de todo directivo.

Google pagó hace un par de años 150 millones de USD a dos empleados para evitar que se fuesen a la competencia, cuando leí esa noticia lo primero que pasó por mi mente es que ya le gustaría a cualquiera que su empresa le pagase una cantidad siquiera 100 veces menor por permanecer en la compañía, algo que sería un balón de oxígeno para la autoestima de cualquiera y que pondría en valor nuestra capacidad y reconocimiento profesional.

Mucha gente sueña con ser uno de esos empleados de Google y para ello, la formación tanto en conocimientos como en habilidades y capacidades es un factor clave de éxito.

Según Eurostat en nov 2013 el paro juvenil en España es 56.5% y en nov 2011 era 48.9% lo que quiere decir que el prometedor futuro que habíamos augurado para nuestros hijos se está viendo truncado, que nuestra promesa de que estudiando un grado universitario era garantía de trabajo de calidad está siendo incumplida y que cada vez más, los jóvenes y no tan jóvenes toman la decisión de emigrar a otros países donde pueden, primero encontrar un simple trabajo y luego encontrar un trabajo que se adapte a su formación y expectativas sin caer en el subempleo como ocurre en España.

Las nuevas generaciones están mucho más preparadas a nivel formativo que nunca y sin embargo no encuentran trabajo de ningún tipo. Nadie les ha enseñado que el mero hecho de tener un título (oficial como se dice ahora) no es un billete que te lleva a un puesto de trabajo adecuado, y que más títulos no sirven de nada si no les enseñamos a que sean empleables.

La frustración de miles de estudiantes aumenta día a día y, a pesar de que la formación en idiomas es escasa, cada vez son más los que toman la decisión de salir fuera a buscar el trabajo que no encuentran en nuestro país. Lo peor de todo es que todos estos jóvenes se han formado (en su mayoría) en universidades públicas españolas con lo que ello supone para el bolsillo de los contribuyentes, que salen bastante bien preparados respecto de la media europea y que, en determinadas profesiones, son muy demandados fuera de España, es decir, se forman aquí pero trabajan, viven y generan valor allí, algo parecido a lo que decía nuestro directivo Juan y, es que, no basta con dar una buena formación, hay que darles, sobre todo herramientas y recursos para que puedan desarrollar su carrera profesional y su talento en su país, algo de lo que adolecemos.

El secretario general de universidades de España ha dicho recientemente que en nuestro país no se está registrando fuga del talento y que, en cualquier caso, lo que se debe fomentar es que el talento se mueva como mecanismo de regeneración intelectual y de crecimiento científico mediante el fin de la endogamia que actualmente existe en universidades y grupos de investigación. Todo esto, me parece bien, el único defecto que tiene el argumento es que esta fuga no se hace de forma voluntaria sino como única medida para encontrar salida profesional a años de formación y básicamente para poder vivir dignamente.

Si al menos fuésemos capaces, como sociedad, de facilitarles las cosas y que, al menos, ya que no hay oferta de empleo, incentivásemos su incorporación como nuevos empresarios, quizás no se marcharía nadie y conseguiríamos desarrollar un tejido empresarial más sólido y competitivo.

Dada la aversión al riesgo que muchas personas tienen en este país, la actividad emprendedora no es tan fructífera como sería deseable, si bien este aspecto está cambiando a marchas forzadas porque la necesidad aprieta y cada vez son más las personas jóvenes que comienzan a creer que la única salida profesional que les queda (a falta de otras alternativas) es la de crear un negocio propio por el que pelearse en el mercado y hacer una carrera profesional como empresario en vez de buscar el amparo y refugio de una empresa que le contrate (como decían nuestros padres, que se coloque de por vida). Mucha gente es reacia a arriesgar y quiere jugar sobre seguro, la única apuesta que hace es la del décimo de lotería de navidad, pero en términos de futuro y trabajo, sólo contemplan un puesto en una empresa con una mesa y un ordenador y que a final de mes llueva la nómina. Eso, que es una alternativa digna esclaviza igualmente y te hace trabajar por algo que no es tuyo.

Por si fuera poco, la banca, como instrumento catalizador de las ideas empresariales, no está cumpliendo con su función primordial de suministrar crédito a los emprendedores con lo que nos encontramos en un círculo vicioso difícil de abortar. Así pues, nos encontramos con legiones de empleados y potenciales empleadores frustrados y víctimas de un sistema prostituido que nadie va a modificar, por mucha legislación de emprendedores que se haga, terminando con la fuga, no sólo del talento sino también del emprendimiento a otros mercados ajenos al nuestro.

Luego nos quejamos de que los chinos nos están apartando de todos los mercados ……

INVERTIR EN FRANQUICIA : ASPECTOS A CONSIDERAR

En tiempos de crisis y desempleo, no son pocas las personas que se plantean dar un cambio de rumbo a su vida personal y profesional. En este sentido, la franquicia aparece como una alternativa de emprendimiento que tiene sus luces y sombras y yo, pretendo, bajo mi experiencia, arrojar algo de luz para todos aquellos que se estén planteando esta fórmula de negocio.

La incertidumbre es uno de los principales factores que condicionan la proliferación de nuevos emprendedores que, aun teniendo interés en montar un negocio, desconocen los mercados, la competencia, las reglas del juego, y, algo mucho más importante, la operativa del día a día en el negocio que desean establecer. Debido a esto, hoy en día uno de los mayores dilemas que tiene que afrontar el emprendedor es si inicia o no este viaje y, de hacerlo, si es por su cuenta y riesgo o bien en compañía de un socio o aliado que le proporcione los conocimientos y apoyo para evitar problemas innecesarios y tener un riesgo menor. ¿Cuánta gente se lanza a una piscina sin saber nadar?

Las estadísticas son claras : el número de negocios propios que fracasan es diez veces mayor que aquellos similares adscritos a una red franquiciada. Y es que el propio franquiciador es el menos interesado en los fracasos, pues desprestigia su imagen y, con ello, su capacidad de expansión. Ahora bien, el futuro franquiciado es quien realiza importantes inversiones, tanto en dinero como en trabajo y tiempo, por lo que una profunda reflexión antes de embarcarse en un proyecto de franquicia, es de obligado cumplimiento.

Por tanto, la franquicia está suponiendo un importante cambio en la motivación de potenciales emprendedores que, aversos al riesgo, ven en esta fórmula un mecanismo para comenzar su andadura en los negocios de la mano de una compañía experta que va a guiarle, sobre todo en los primeros pasos de su vida empresarial. Sin embargo, en su mente se acumulan o deberían acumularse muchas dudas acerca de esta relación. Veamos algunas de las más relevantes.

¿Por qué quiero montar un negocio?

El primer aspecto a tener en cuenta a la hora de decidirse por un negocio, y mucho más por una franquicia, es si se ve como una mera inversión de la que obtener una rentabilidad más o menos elevada, o bien se considera como algo en lo que se desea participar con el objetivo de labrarse un futuro y ser uno su propio jefe ( autoempleo ), lo que exige participar abundantemente en la gestión de la misma y en su operativa. Para aquellos que piensen que un negocio y, sobre todo una franquicia, es una inversión, que sepan que la franquicia es trabajo, trabajo y más trabajo, y que el franquiciador, en el mejor de los casos, proporciona soporte; pero quien tiene que gestionar y velar por el éxito del negocio es el emprendedor : todo está por hacer y nadie va a regalarle nada. Para realizar inversiones que no exijan tanta dedicación ya existen otros caminos menos complejos a los que acudir y que son igualmente interesantes, pero no son iniciativas empresariales y no están orientados a emprendedores.

¿Qué negocio voy a elegir?

Una de las cuestiones más relevantes para el éxito a largo plazo de una iniciativa de franquicia es que el emprendedor se sienta identificado y cómodo con el tipo de negocio a poner en marcha : analizar la situación del sector y la competencia, estudiar las necesidades de los clientes y sus hábitos de consumo y finalmente identificar la enseña más adecuada a sus expectativas y perfil de riesgo. Un aspecto, que suele ser importante y, a veces, determinante de la continuidad del franquiciado en el mismo, es el encaje de éste y sus intereses profesionales o personales con la tipología de negocio en cuestión, ya que sin ilusión no existe motivación.

¿Me adaptaré al modelo de relación basado en la franquicia?

Antes de tomar la decisión de caminar de la mano de una franquicia, es importante que el emprendedor realice una autoevaluación o que se apoye en profesionales para determinar si su perfil y su personalidad se adaptan a las exigencias de este modelo de negocio. No todo el mundo está dispuesto a seguir las normas establecidas y, eso, en una red de franquicias genera ruido y descontento generalizado. Una vez realizado dicho diagnóstico, si el perfil coincide con el de un franquiciado, se está en disposición de iniciar los primeros pasos en este complejo proceso.

¿Y cuanto me va a costar este negocio?

Se trata de una de las primeras cuestiones que debe abordar el emprendedor. Además de la información que recibe del franquiciador acerca de la inversión necesaria, hay que tener en cuenta otros aspectos que van a incrementar las necesidades de capital tales como la tesorería necesaria para cubrir los primeros meses de funcionamiento donde las ventas no cubren los costes, el alquiler del local que dependiendo de la zona puede conllevar una importante suma en concepto de traspaso, el canon de entrada que no suele estar incluido en el concepto de inversión, los impuestos indirectos, publicidad local para el lanzamiento, etc. Otro tema inseparable a cualquier negocio es la financiación de dicha inversión, para lo cual es interesante ver si existen acuerdos preferenciales entre el franquiciador y las instituciones financieras, para conseguir fácilmente el dinero necesario.

¿Cómo funciona realmente este negocio, cómo se gana aquí el dinero?

Otra cuestión clave que deben considerarse es el modelo de negocio de la franquicia en cuestión y los fundamentos económicos, operativos y legales subyacentes en el mismo. Si bien es un tema complejo, es fundamental identificar y huir de los conocidos como “encantadores de serpientes”, franquiciadores que tras un discurso hipnotizante (envolvente) y unas cifras que alimentan la ambición del más sensato, esconden objetivos pretenciosos de enriquecimiento injusto a través de aquellos que invierten su dinero en un modelo de franquicia. Es muy importante comprender cómo gana dinero el franquiciado , pero también ayuda mucho comprender como lo gana el franquiciador, no siempre vía canon.

Sobre el papel todo es maravilloso, pero cuando hay que ponerlo en práctica es cuando uno se da cuenta de la realidad del negocio que se pretende abordar. Por ello, es clave analizar cómo de realistas son las previsiones mostradas por el franquiciador y, sobre todo, bajo que supuestos se han realizado, a veces quizás demasiado optimistas o bien se trata de resultados en ubicaciones excepcionales difícilmente replicables. Hay que recordar siempre, que el objetivo final de todo franquiciador, es desarrollar la red, por lo que es un ejercicio fundamental cuestionarse la credibilidad de las cifras presentadas.

Lo ideal, si bien habría que negociarlo previamente, es que el futuro franquiciado pudiese estar un tiempo trabajando en una de las franquicias para tener una visión real de la operativa diaria, identificar los aspectos más críticos del negocio y el apoyo del franquiciador para solucionarlos, para analizar si ese negocio satisface sus expectativas y, sobre todo, determinar cuál es realmente el “know how” que se transmite, y si existe algún factor diferenciador respecto a la competencia o es fácilmente imitable, lo que dará una idea bastante clara de la diferencia entre lo inicialmente hablado y lo real. A falta de esta posibilidad, lo que suele ser normal por temas de confidencialidad, lo más recomendable es hablar con otros franquiciados para que den su opinión acerca de su negocio, y el “gap” existente con las expectativas que inicialmente tenían.

¿Cuál es realmente el know how que se transmite, existe algún factor diferenciador respecto a la competencia o es fácilmente imitable?

Se trata de un ejercicio saludable, no dejarse llevar por frases grandilocuentes y analizar qué es aquello por lo que se está dispuesto a invertir y, sobre todo, por lo que se pagará un canon con carácter periódico. Hay que pensar que el la franquicia, supone la transmisión o la cesión temporal de bien un determinado know-how o de una imagen de marca, que fundamentan los pilares de la ventaja competitiva de la enseña. En algunas ocasiones, bajo el paraguas de la franquicia, existen meras fórmulas de distribución comercial de equipos o maquinaria que no conlleva know-how alguno o, al menos, que no justifica el pago de un canon mes a mes. Si lo que se busca es una franquicia, se debe huir de fórmulas de distribución tradicionales disfrazadas de contratos de franquicia, que no aportan nada al emprendedor, en el medio y largo plazo.

Parece todo muy claro, pero ¿Dónde está la letra pequeña?

Cuando se analiza un modelo de franquicia, el emprendedor normalmente obtiene información acerca de lo que se consigue pero pocas veces de lo que se exige y, es ahí, donde la letra pequeña comienza a aplicarse una vez que se está dentro del sistema. Por ello, debe quedar muy claro que la franquicia son derechos y obligaciones, ventajas e inconvenientes. Así pues, es importante analizar cuidadosamente el contrato de franquicia para no llevarse sorpresas desagradables.

¿Qué grado de libertad e iniciativa podré tener?

Se trata de algo como la vida familiar, los padres enseñan a andar, a comportarse, a leer, a escribir, y disciplina y respeto a sus hijos, pero en el caso de la franquicia, cuando se llega a la madurez, no es posible independizarse, sino que al contrario, se está continuamente ligado al modelo del franquiciador. Se puede aportar ideas al franquiciador, pero se ha de seguir estrictamente las instrucciones de la central y pensar que se está inmerso en una red donde la actuación individual puede perjudicar a todo el colectivo de franquiciados.

¿Cómo de relevante y críticos son los recursos humanos en este negocio?

Si el negocio se apoya en recursos humanos escasos y, a veces, muy cualificados, quizás sea complejo localizarlos y gestionarlos. Hay que pensar que de ser así el negocio básicamente se paraliza total o parcialmente cuando alguno de dichos empleados falta. Algo tan básico como facturar puede ser una tarea difícil de realizar si la complejidad del negocio o del sistema de gestión es elevada y necesita una cierta formación. En otros casos, el negocio se apoya en un perfil y cualificación profesional sin la que no se puede entregar el servicio prometido. En este caso, las políticas de gestión de recursos y su sostenibilidad son un aspecto clave para apostar por dicho negocio.

¿Si hay un problema con los recursos humanos, quién se encargará de localizarlos, formarlos e incentivarlos? ¿me costará más dinero este proceso de selección y formación?

Muchos negocios, por su propia naturaleza, tienen una elevada rotación de personal, lo que genera quebraderos de cabeza, en especial para el franquiciador. En cualquier negocio, la parte más delicada es la relativa a la gestión de las personas, muchas de ellas con diferentes necesidades, expectativas, personalidades y cualidades. Cada persona es un mundo con sus propios problemas e inquietudes que debe encajar con un equipo dentro del contexto del negocio.

Cuando la gestión de las personas se hace compleja, uno se encuentra cada poco tiempo con la necesidad de volver a seleccionar y formar a nuevos empleados, que, en algunos casos pueden ser muy cualificados o exigir una intensa formación. En este proceso, siempre hay que tener en cuenta que si el empleado en cuestión es clave para el negocio, mientras se está inmerso en el proceso de búsqueda, selección y formación, no se está generando dinero o, como poco, se tendrán problemas mientras se suple esa vacante si el franquiciado no es un especialista en dicha función.

 Otro aspecto a considerar es el relacionado con la responsabilidad del proceso de búsqueda y selección, que debería estar centralizado por el franquiciador, pero que muchas veces se deja en manos del propio franquiciado, lo cual le resta tiempo para gestionar su negocio. Además, habría que ver si dicho proceso exigirá un coste adicional (y de ser así, qué es lo que realmente aporta la central) o ya está incluido en el canon de mantenimiento que se paga periódicamente.

¿Y si luego no quiero continuar con esta franquicia?

Se debe tener claro que una relación de franquicia es como una relación de pareja, primero se comienza con los primeros flirteos y se continúa con el matrimonio. Ahora bien, si todo funciona perfectamente la relación es duradera, pero si una de las partes no está satisfecha con la otra, comienzan los problemas y llega el divorcio. Y si llega, se puede hacer de mutuo acuerdo o comienzan a trabajar los abogados. Por ello, es fundamental, hacer una profunda reflexión previa acerca de si uno está dispuesto a asumir la disciplina de la franquicia y, en caso de divergencia de criterios, cuáles son las barreras a la salida más críticas y las principales restricciones, contractuales o no.

Realmente este artículo podría ser bastante más largo, pues quedan en el tintero muchas otras preguntas que debería hacerse el emprendedor antes de firmar cualquier acuerdo de franquicia. Algunas de ellas podrían ser :

• ¿Soy suficientemente flexible y adaptable a los futuros cambios que puedan surgir en el negocio y la competencia?

• ¿Estoy inmerso en un negocio que me tiene cautivo o puedo fácilmente deshacerme de él?

• ¿Qué formación inicial y posterior me proporcionará el franquiciador?

• ¿Cuál es la finalidad del canon que se paga, cómo percibo sus resultados?

• ¿Qué nivel de asistencia tengo por parte del franquiciador cuando se presenta un problema?

• ¿Se ajusta el contrato de franquicia a la realidad o al espíritu de lo que inicialmente se pactó?

• ¿Qué zona de exclusividad me aseguran? ¿Será suficiente para alcanzar los objetivos de ventas planteados? ¿Qué nuevas aperturas tiene previstas el franquiciador?

• ¿Cómo ha variado el tamaño de la zona de exclusividad en los últimos años?

• ¿El público objetivo del negocio está correctamente identificado y enfocadas las estrategias comerciales al mismo o no existe una estrategia de marketing adecuada?

• ¿Y si se instala un competidor de otra enseña similar a mi lado, qué capacidad de afrontarlo tengo, qué ayuda dispondré de la central?

• ¿ Tengo la posibilidad de elección de proveedores autorizados o necesariamente tengo que hacerlo a través de la central?

• ¿Quién se hace cargo de los compromisos adquiridos por el franquiciador, en la publicidad institucional, cuando supone un coste adicional no contemplado en el contrato?

• ¿Si con cierta frecuencia se debe cambiar la imagen corporativa o incurrir en nuevos gastos de acondicionamiento, quién debe hacerse cargo de dicho coste?

• ¿Gestiono por mi cuenta el contrato de franquicia o voy acompañado de un asesor especializado en franquicia?

• ¿Qué me exigirá el franquiciador además del canon?

• ¿Tiene el franquiciador un modelo de negocio sostenible bajo un planteamiento a largo plazo o bien planifica en el corto y con carácter especulativo?

En definitiva, existen muchas cuestiones que el emprendedor se suele plantear y que deben tener respuesta previa para evitar sorpresas. La franquicia es un modelo de alianza muy interesante que, como todo en la vida, si se sabe gestionar de una forma equilibrada, supone un mecanismo con bastantes garantías de éxito para el emprendedor y a cambio, exige disciplina y, como no, el pago de un royalty que merma el margen del empresario. La mejor forma de soslayar dudas y de acometer el proyecto sin miedos ni incertidumbres es aplicar el sentido común, evitar prisas innecesarias y analizar cuidadosamente (si es posible de la mano de un asesor de franquicias) la franquicia en cuestión. La principal garantía de éxito se basa en la firme creencia e involucración del emprendedor en el negocio que va a acometer.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

BODAS, BAUTIZOS Y COMUNIONES - EL BIENESTAR DEL ESTADO


El ministro de Hacienda lleva un tiempo anunciando por todos los medios de comunicación que se está preparando una profunda reforma fiscal a todos los niveles y que afectará, en especial, a los grandes impuestos, es decir, Renta, Sociedades e IVA, así como sus derivados. Esta profunda reforma de la Ley General Tributaria no tiene otro objetivo que recaudar más y más para seguir manteniendo el bienestar del Estado en vez de fomentar el Estado del bienestar.

En una situación de crisis como la actual, es necesario que el Estado intervenga para acelerar al máximo posible la recuperación económica que en mi opinión no vendrá dada por incrementos en el PIB sino por reducciones importantes en la tasa de desempleo. De hecho, me hace gracia cuando alguien indica que las empresas del IBEX comienzan a ver signos de recuperación y bajo a la calle y veo que hay mucho menos tráfico que antes y que siguen cerrando pequeños establecimientos además de que algunas grandes superficies están casi vacías o con la mitad de las luces encendidas para ahorrar, sin embargo los precios siguen subiendo (aunque ahora nos digan que estamos en un proceso deflacionario, que no me creo) y tenemos una tasa de paro elevadísima que si atendemos a las previsiones de organismos internacionales para el año 2016 se mantiene en el 26%, bastante alentador.

¿Para cuándo queda la reforma de la estructura del Estado, algo que nos hace gastar miles de millones de euros para mantener en sus tronos a reyezuelos y sus nobles que no ansían otra cosa que el poder y todo lo que se deriva de ello?. Creo que el actual modelo de Estado se encuentra en la UCI y que los actuales gobernantes no hacen otra cosa que mantenerlo intubado y con vida a costa de los sufrimientos del resto de la sociedad que no entiende el entramado de puestos políticos, instituciones y empresas públicas que siguen viviendo del erario público sin que los que nos gobiernan hagan lo más mínimo pues cuando nos dicen que se están siguiendo políticas de austeridad casi suena a obsceno las mentiras. Por ejemplo, muchos gobernantes dicen que están bajando el IBI y, sin embargo, cada año pagamos más por este concepto, otros nos dicen que van a bajar los impuestos sobre la renta pero cada año pagamos más y tenemos menos deducciones, …. A modo de ejemplo, en España hay 350 diputados estatales que cuestan unos 25 millones de € sólo en retribuciones, 1268 diputados autonómicos que cuestan unos 250 millones de € en cada legislatura, 68462 concejales, 8116 alcaldes, que suponen un suma y sigue en el despilfarro nacional al que estamos acostumbrados desde hace mucho tiempo.

Sin entrar a valorar lo que cobran, que raya en la obscenidad, hay que sumar los empleos indirectos que generan todos estos políticos democráticamente elegidos, los llamados asesores que nadie es capaz de inventariar pero que se cuentan por miles en toda la geografía española.

Por poner un ejemplo, Madrid y Barcelona tienen un presupuesto de 7 millones € para pagar a sus cargos políticos y de 23 millones€ para pagar al personal de libre designación, terrible dato que multiplica por 3 el gasto. Todo esto sin contar otro tipo de prebendas de las que gozan estos empleados públicos, tales como dietas, gastos de desplazamiento, coches oficiales, comidas en eventos y restaurantes de lujo, teléfono móvil y tablet, etc.

A todo esto hay que añadir trabajos o funciones adicionales que incrementan los emolumentos de muchos de nuestros políticos, no debemos olvidar que sólo en el Congreso de los Diputados existen cargos de Presidencia, Vicepresidencias, Secretarías, Grupos Parlamentarios, Diputación Permanente, Junta de Portavoces, Comisiones Parlamentarias (permanentes, no permanentes, legislativas y no legislativas), Comisiones Mixtas, etc.

No voy a entrar a hablar de los eurodiputados porque eso merece una reflexión aparte, pero todo suma y no sé de dónde sale tanto dinero para mantener las estructuras del Estado, esas que piden a gritos una reforma en profundidad. Que pena que no vengan los del programa Reforma Sorpresa para meter mano en todo esta situación hasta las alcantarillas.

Si nos ponemos a pensar que el estado de Florida tiene casi la misma población que España o que el estado de Texas tiene una superficie similar, nadie se imagina que estos estados estuviesen gestionados por 350 + 1268 + 68462 = 70.000 personas + un numéro similar en asesores + los funcionarios públicos. Parecería un despropósito y, sin embargo, es lo que tenemos en España ya que quien debe resetear el sistema está inmerso en un estado de bienestar personal que no alienta a cambiar el modelo existente para empeorar las condiciones propias y las de los de su partido. Esto, no tiene solución salvo que aparezca un partido honesto que haga borrón y cuenta nueva o como se dice en lenguaje informático, apague y vuelva a arrancar el sistema operativo que nos gestiona.

Cuando era pequeño y le pedía algo a mis padres, muchas veces me decían que el dinero no sale de los árboles, y creo que esta expresión popular deberían llevarla grabada a fuego todos nuestros dirigentes en sus lujosos maletines y en sus despachos para evitar que siga el derroche sin miedo a ser perseguidos o encarcelados por malversación de caudales públicos, algo que legalmente es difícil de atajar.

Mucha gente se preocupa porque el Estado proteja el gasto social (educación, sanidad, pensiones, etc) pero no hay tantas voces que indiquen que lo que debe proteger es el desgaste social de millones de personas, cientos de miles de familias (650.000 estimadas)  que no tienen ingresos con los que mantener a su familia y, lo que es aun peor, sus expectativas son perversas, pues se van a perder generaciones de jóvenes que no van a encontrar trabajos adecuados a su preparación y cualificación profesional por no hablar de la cantidad de desempleados mayores de 45 años que probablemente no van a encontrar ningún puesto de empleo en los próximos años. Por si fuese poco, todas estas personas no van a contribuir al sistema de pensiones (que se encuentra en fase terminal) y cuando se jubilen si queda algo del sistema, la pensión a recibir será ridícula, simplemente porque no han podido trabajar en los últimos años de su vida laboral.

En mi opinión, el Estado no puede sostener a esta legión de desempleados durante mucho tiempo garantizándoles una calidad de vida básica por lo que la vía fundamental para corregir estos sesgos está en la iniciativa privada y, por tanto, en la creación y mantenimiento de tejido empresarial. La actividad empresarial no sólo se fomenta reduciendo papeleos o eliminando algún que otro impuesto municipal, se fomenta mediante estímulos basados en menores impuestos, cuotas sociales y facilidades para la contratación de empleados, muchas más de las que actualmente ofrece la reforma laboral. Me pregunto de qué sirve un estado de bienestar que no nos podemos permitir si muchas familias no pueden gozar del bienestar de dicho Estado. Probablemente la respuesta está en que los agraciados con la protección del Estado se encuentran entre la clase política y social de este país. Al paso que vamos, habrá que crear un sindicato que defienda a los desempleados pues los que actualmente conocemos básicamente se enfocan en defender (por decir algo) a los que están empleados.

Los grandes despachos profesionales (como no podía ser de otra forma) piden que se baje el impuesto de sociedades, actualmente en el 30% lo que es claramente superior a otros países con los que a veces se nos compara, por ejemplo, en el Reino Unido es del 23%, Irlanda el 12,5% o Suecia el 22% y Dinamarca el 25%.

En España hemos pasado de recaudar, por sociedades, casi 45.000 millones € en 2007 a menos de la mitad en 2012 y nadie se plantea qué grado de elasticidad tiene la recaudación respecto del tipo impositivo. Parece ser que el Gobierno está pensando en bajar dicho gravamen pero a su vez está pensando en eliminar deducciones por lo que el efecto neto probablemente sea el mismo. De cara a la galería se dice una cosa y por la puerta de atrás se hace otra.

Lo que es claro y evidente es que el gasto público sigue aumentando, que el déficit no termina de ajustarse a las exigencias de la UE y que la deuda pública pronto alcanzará el 100% del PIB, algo que hay que financiar con mayores ingresos públicos. Así pues, nos espera un periodo turbulento en el que tanto administración local, regional y central van a reinventar el sistema tributario (de hecho ya se está haciendo) creando nuevos impuestos de la nada, impuestos verdes o bien copagos de todo tipo bajo argumentos poco sólidos.

La última noticia es que la Agencia Tributaria está personándose en bodas, bautizos y comuniones lejos de hacerlo para acompañar en su júbilo a los novios o padres,  para tomar nota de los asistentes y enviar los requerimientos de información oportunos cara a identificar a los obligados tributarios sujetos a gravamen, sustanciado en el ágape y la actividad económica que supone. Mal deben andar las arcas del Estado y la recaudación por impuestos que es necesario personarse un domingo en eventos de este tipo, por lo que dudo mucho que tras la reforma fiscal sea cierto que pagaremos menos impuestos.

Lo que previsiblemente ocurrirá es que pagaremos más por más vías pero que nos parecerá menos doloroso porque no seremos conscientes de las diversas fuentes por las que Hacienda nos mete la mano en el bolsillo. Estoy de acuerdo en que todos debemos pagar los impuestos que correspondan pero la realidad muestra que son las clases medias las que finalmente pagan el banquete de nuestro Estado del bienestar que solo disfrutan unos agraciados.

 Muchos opinamos que este es el país de la picaresca y que hay una fuerte cultura de evitar el pago de cualquier impuesto o tasa, lo que pone de manifiesto la falta de solidaridad existente o bien, bajo mi opinión, que al igual que existe la cultura de no pagar impuestos existe la cultura y el hábito de malgastar el dinero público por parte de los gobernantes por aquello de que el dinero público no es de nadie. Basta con echar un vistazo a las últimas noticias sobre supuestos desvíos de dinero público por parte de sindicatos a comidas y actos propagandísticos bajo el concepto de formación en el Caribe o el proceso de EREs en Andalucía o simplemente la multitud de casos de lapidación de dinero público que se viven en cualquier entorno público ante la impasividad de las autoridades judiciales y del ministerio fiscal.

Aquí vivimos en una cultura de impunidad de determinadas clases políticas y sociales parasitarias que no hacen más que reforzar el distanciamiento con la gente de la calle que, viendo lo que hay, toma nota y hace lo que puede para evitar que algunos sigan metiendo la mano en su bolsillo descaradamente.

 Mientras nuestros gobernantes no cambien sus hábitos, difícil será que cambien las costumbres de nuestra sociedad y seguirá habiendo economía sumergida, fraude fiscal y básicamente los chanchullos de toda la vida. Mucho me temo que deberán pasar varias generaciones hasta que consigamos borrar de nuestros dichos populares aquello de con IVA o sin IVA y menos mientras quienes dirigen nuestro futuro sigan pensando que el dinero sale de los árboles o del bolsillo inagotable de los ciudadanos.