Hay una famosa frase que dice que
si
no trabajas para construir tus propios sueños terminarás trabajando para
construir los de otro lo que determina que unas personas sean
emprendedoras, desarrollen modelos de negocio y, otras sean ejecutoras y se
encarguen de mantenerlos en marcha.
En los últimos años, se está
hablando mucho sobre la figura del emprendedor y de su perfil para poder
comprender si, tras cualquier modelo de negocio, se esconden individuos que
tienen una genética común y, por tanto, ser capaces de descifrar su ADN para poder identificar fácilmente aquellas
personas que tienen mayor o menor predisposición a emprender.
Aunque hace años que se debate en muchas escuelas de negocios si
el emprendedor nace o se hace, la realidad es que no hay consenso. Unos
piensan que la personalidad del emprendedor se va forjando mediante el entorno
que le rodea y otros que las características que le diferencian de los demás
mortales, son únicas, están relacionadas con su naturaleza intrínseca y, por
tanto, el entorno favorece o impide su desarrollo.
Igualmente, para muchos
economistas, el emprendedor es un individuo que tiene naturaleza de líder y que
atrae a otros para poder crear organizaciones productivas, sin embargo, otros
opinan que el emprendedor es un agente económico que, en una economía de mercado,
compra los medios de producción con un coste, los combina y crea valor mediante
un nuevo producto o servicio.
Independientemente de que haya o
no unos rasgos comunes, lo que todos sabemos es que hay personas que son muy
lanzadas, que no tienen apenas miedo ni sensación de vértigo cuando acometen
nuevos proyectos, mientras que otros son excesivamente parados y conservadores,
no quieren complicaciones de vida y buscan la estabilidad y la seguridad por
encima de todo.
En general, suele decirse que los emprendedores son personas a quienes les atraen los retos, asumen
riesgos, tienen una mente muy abierta (visionarios), son innovadores, trabajan
en equipo, son unos apasionados que disfrutan de lo que hacen a la vez que transmiten esa
motivación a otros, son creativos,
ambiciosos, generadores de confianza, buscando continuamente oportunidades de negocio, incansables frente a los problemas (a los que buscan soluciones) debido a
su elevada determinación y persiguen la búsqueda de nuevas formas de hacer
negocio. Igualmente son líderes de sus equipos, capaces de alinear a todos sus empleados con sus propósitos, si bien, todos
ellos tienen un elemento común, hacen
que las cosas ocurran, lo que en mi opinión es el factor determinante para
ser emprendedor.
Si miramos el perfil de riesgo de los españoles, de acuerdo con algunos
estudios, casi el 50% de los jóvenes universitarios tienen como objetivo
trabajar como funcionarios o bien hacerlo en una empresa multinacional, lo que
contrasta con que menos del 19% está sopesando crear su propia empresa, el 3,4%
serían autónomos y el 1,2% estarían dispuestos a trabajar en la empresa
familiar.
Es cierto que, poco a poco, va
creciendo el número de jóvenes y maduros que deciden ser emprendedores, pero no
es menos cierto que los factores que impulsan este lento cambio están
relacionados con el entorno. Por un lado, las fuertes tasas de paro
estructural, la crisis económica vivida y los bajos niveles salariales, están
fomentando que cada vez más personas se apunten al emprendimiento por pura
necesidad. Por otro, el cada vez mayor apoyo de las instituciones hacia los
emprendedores y el desarrollo de programas sobre creación de empresas en las
escuelas de negocio, junto con el ecosistema de Silicon Valley, aderezan un buen caldo de cultivo.
En línea con lo anterior, entre
los diferentes tipos de emprendedores, por mi experiencia, me atrevo a
clasificarlos en 15 perfiles que, en alguna medida, pueden solaparse o
converger en algunas personas.
1.
El
inversor
Se trata de personas que han
acumulado una determinada cantidad de capital y buscan rentabilizarla más allá
de hacerlo mediante un fondo de inversión, un depósito a plazo o la compra de
acciones en bolsa. Buscan rentabilidad y
no están dispuestos a perder su patrimonio, por lo que son muy analíticos,
reflexivos, abiertos a consejos y opiniones de terceros, ávidos lectores de
informes económicos sectoriales y noticias de prensa, así como buscadores de
buenas oportunidades de negocio con bajas incertidumbres, es decir, modelos de
negocio muy claros, pero de alto valor.
Realmente no son ni empresarios
ni emprendedores, son financieros que buscan maximizar su riqueza, tampoco
suelen ser expertos en el negocio, ni siquiera les tiene que atraer, por lo que
su involucración en el día a día suele ser baja
Buscan continuamente medir los datos financieros y KPIs que les
interesan y toman decisiones de cambio antes datos adversos, incluso buscan
compradores a los que vender la empresa cuando consideran que la relación rentabilidad-riesgo
ya no es favorable.
2.
El
visionario
Consiste en un tipo de
emprendedor que continuamente está retando al mundo que le rodea, busca
cambiarlo y piensa en transformar sus sueños de futuro en realidades presentes.
No le gusta trabajar para otros porque en muchas ocasiones considera que son
pocos los que pueden aportarle algo y que él
mismo debe ser quien lidere los cambios en el mundo. Suele trabajar simultáneamente
en varias ideas y, para este perfil de persona, la empresa no es tanto un medio
de generación de riqueza personal sino un mecanismo para que sus sueños se
hagan realidad.
Muchas veces, su mente se
encuentra en distinta frecuencia de la de sus colaboradores por lo que suele
ser un incomprendido y, a veces, puede despertar la sorna de inversores y
empleados. Por otro lado, suelen ser personas autoritarias, soberbias y
egocéntricas que no admiten consejos ni que se les lleve la contraria. El
aspecto positivo es que suelen ser trabajadores
incansables que sólo piensan en mejorar sus ideas y batir a las empresas de
la competencia, para lo que ponen toda su ilusión, corazón y energía en lo que
están intentando desarrollar.
Si no tienen a alguien capaz de
hacerles ver la realidad del momento, terminan
quemando a los equipos de trabajo y desperdiciando los recursos de la
empresa por su propia forma de ser, porque no les interesa la gestión y porque
son una fuente inagotable de nuevas ideas, de modo que dejan muchos proyectos a
medias para meterse en cosas nuevas, a la vez que su excesivo egocentrismo y
autoconfianza pueden ser el origen de sus males.
3.
El
encantador de serpientes
Son personas muy persuasivas que
tienen una elevada autoestima y que defienden a ultranza una idea de negocio o
una mejora en un negocio existente, normalmente con buenos argumentos. Son convincentes porque transmiten confianza,
ya sea porque en su pasado han tenido éxito en lo que han hecho o bien porque
tienen excelentes dotes comerciales, son vendedores de arena en el desierto.
Algunos de ellos, sólo buscan el
enriquecimiento personal, carecen de una mínima ética y son firmes defensores
de los principios de Maquiavelo, “el fin
justifica los medios”, de modo que no les tiembla el pulso a la hora de
embaucar a inversores o colaboradores a sabiendas de que el riesgo de que
pierdan su dinero es elevado, siempre y cuando este encantador consiga salir a
flote de la situación.
Algunos son expertos en
supervivencia empresarial y profesional, consiguen saltar del barco cuando se
hunde y consiguen, pese al fracaso cosechado, convencer a otros para que
apuesten por una nueva idea.
4.
El
emprendedor por accidente
Son consecuencia de los avatares
del destino, personas que nunca habían pensado en emprender pero que un día
reciben una llamada de un antiguo amigo,
un excompañero de trabajo o un familiar que quiere montar un negocio y le
gustaría que le acompañase, con inversión y con dedicación. Al principio, su
interés es elevado, pero, salvo casos especiales, cuando aparecen los problemas
de gestión o las propias necesidades de alta dedicación del negocio, si no
tienen una fuerte convicción, tienden a dejarlo todo en manos del principal
socio y buscar sólo rentabilidad sobre su inversión.
Aunque son personas que no ven
con malos ojos los cambios y que pueden llegar a tener alta dedicación a la
empresa, muchas veces, al no haber sido los dueños de la idea, no suelen
coincidir con las decisiones del socio principal y terminan dándose cuenta de
que una cosa es la amistad o la relación familiar y otra convivir muchas horas
diarias con una persona que tiene un enfoque de gestión muy diferente.
5.
El salvador
del mundo
Se trata de personas que buscan
resolver problemas de la sociedad a través de una idea de negocio, buscando una
causa solidaria que les genere impacto o
especial sensibilidad. No buscan realmente ganar mucho dinero o que se
cumpla alguno de sus sueños sino simplemente ayudar a que haya un mundo mejor.
Suelen crear fundaciones, ONGs y asociaciones en las que se dejan su vida,
participan en conferencias y buscan, a través de los medios, un altavoz con el
que sensibilizar a los demás con su causa.
El gran problema que suelen
presentar es que, al poner todo su corazón en la causa, no aplican la razón y
descuidan los aspectos clave del negocio que hacen sostenible el modelo
solidario que intentan implantar.
6.
El
tecnológico
Es un tipo de emprendedor que
está de moda hoy día, bajo la aparición de nuevas tecnologías y de internet.
Busca desarrollar modelos de negocio más flexibles, eficientes y escalables,
mediante desarrollos de páginas web o
Apps y creando una startup tecnológica. Suele ser muy técnico y poco
desarrollado en aspectos financieros o de gestión, lo que le hace pensar que la
clave del negocio está más en la tecnología desarrollada que en la necesidad
del mercado o el marketing. En este sentido, recomiendo leer un artículo muy interesante de Matt Swanson
en TopTal.com ( https://www.toptal.com/it/la-nueva-ola-de-la-empresarialidad/es
) donde se habla en mayor profundidad del perfil de este tipo de fundadores de
startups y como la facilidad de acceso a la tecnología está desarrollando
nuevos tipos de empresarios que tienen que hacer frente a problemas de
confianza y financiación al no pertenecer al exclusivo mundo de Silicon Valley.
7.
El
multitarea
Se trata de un emprendedor que
está a caballo entre el visionario, el inversor y el oportunista, es muy bueno
identificando buenos negocios, suele ser analítico
Son individuos que pretenden ser
grandes empresarios no por tener un gran negocio sino por tener muchos
simultáneamente. No quieren correr riesgos y buscan la dilución de los mismos
mediante su involucración en negocios diferentes, diversificando sus opciones y
generando múltiples fuentes de ingresos (y de problemas). Algunos dicen que,
estos emprendedores son aprendices de
muchos oficios pero, maestros de ninguno y, de hecho, el gran riesgo que
tienen es que son como malabaristas, que buscan más los equilibrios de todos
los negocios que el desarrollo y consolidación de uno sólo fuerte. Otro aspecto
a considerar es que cuando uno de los negocios tiene problemas, su mente se
centra en ello, descuidando a las otras empresas.
8.
El desahuciado
Este tipo de emprendedor ha
florecido en España tras la crisis, si bien aparece en cualquier ciclo
económico. Se trata de empleados o directivos de grandes o medianas empresas
que han sido despedidos y que tras varios meses buscando empleo y con el subsidio
de paro agotado, deciden, ante la
desesperación, dar un giro a su vida y crear un negocio o participar en uno
ya existente, utilizando para ello, los ahorros o la indemnización recibida por
el despido.
Suelen ser emprendedores no vocacionales, lo que significa que al principio
dedican muchas horas de trabajo porque se juegan su futuro pero que cuando vienen
los problemas y no saben cómo abordarlos, tienden a abandonar. Si, además, el
negocio no es muy exitoso y sólo le permite sobrevivir, terminan dejándolo
cuando reciben alguna oferta de empleo que les haga retornar a la senda de la
estabilidad laboral.
9.
El
oportunista
Suele ser un perfil de persona
que no necesariamente es un empresario, simplemente crea un negocio porque
identifica un mercado con una necesidad insatisfecha, donde no hay compañías
con una adecuada propuesta de valor. Se
apoyan fuertemente en la falta de competencia o en la escasez de competidores
que además no ofrecen una solución completa a lo que demandan los clientes,
lo que les puede ayudar a encontrar posibles inversores. Sin embargo, ante la
avalancha de incertidumbres de estos negocios, muchos de estos emprendedores no
son conscientes de que, en muchas ocasiones, el mercado no genera tal demanda
y, en otras, que la demanda es muy limitada, lo que dificulta desarrollar un
modelo de negocio escalable y replicable.
10.
El
práctico
También los suelo denominar como
el emprendedor low-cost o poco ambicioso, se trata de individuos que desean
crear un negocio pero que no quieren realizar inversiones fuertes para crear
una infraestructura adecuada, al menos hasta que no haya garantías de éxito. Reducen
los gastos al máximo porque los considera innecesarios, busca la máxima
rentabilidad en un modelo de negocio que ya funciona en el mercado, pero no busca
el crecimiento. Es cierto que el concepto de Lean Startup nos indica que no se
debe invertir demasiado hasta que la idea no esté cuajada y el modelo de
negocio consolidado. Sin embargo, el práctico, ni siquiera invierte en tener
una oficina mínima, quiere que todo se haga desde casa, él y sus socios, por el
simple hecho de no gastar nada, ni siquiera abre una mínima página web y
utiliza herramientas de comunicación y venta muy primitivas para evitar
incurrir en costes desconocidos o elevados para él. En muchas ocasiones, tienen un elevado grado de integración
vertical y quieren hacerlo todo evitando intermediarios. Algunos con este
perfil, terminan manteniendo un negocio mediocre que, con suerte, solo les
genera un ingreso básico mensual, pero no crece y termina muriendo por inanición
o bien porque no se centran en la gestión, en buscar clientes, vías de
financiación y el crecimiento del negocio ya que están intentando hacerlo todo.
11.
El
especialista
Se trata de expertos en un área
de conocimiento, a veces la tecnológica y otras el marketing, las operaciones,
las finanzas o los recursos humanos. También pueden ser expertos en un sector
de actividad que conocen profundamente dada su experiencia. Estas personas son
muy buenos en lo que conocen lo que les hace ser excesivamente individualistas
o no aceptar opiniones de terceros dentro de su área de conocimiento. Se centran en su zona de confort y suelen descuidar
el resto de áreas de gestión empresarial, algo que resuelven contratando
expertos.
Sin embargo, no suelen tener una
visión global del negocio y consideran que su área de especialización es
siempre la más importante y nuclear, fuente de la ventaja competitiva de la
empresa.
12.
El
intuitivo
Se trata de una persona con una
fuerte convicción personal acerca de un determinado negocio y que tiene mucha
confianza en si mismo y en su propia intuición. Normalmente ha tenido éxito
poniendo en marcha otras iniciativas y su olfato no suele engañarle. No suele
ser una persona analítica ni reflexiva, sino que se deja llevar por sus instintos y puede llegar a tener muy buenas
habilidades de negociación, sabiendo jugar con proveedores y distribuidores
como si estuviese en una partida de póker. No son amigos del análisis
estratégico ni de la planificación a largo plazo, sino que piensan en el día a
día a golpe de timón, cambiando de rumbo conforme lo hace su olfato de sabueso.
13.
El
empresario
Suele ser un individuo que conoce
bien el mundo de la empresa, ya sea porque ha sido directivo o bien porque ha
tenido otros negocios. Realmente no es un emprendedor, sino que monta un
negocio y busca sacar beneficios mediante una buena gestión interna de costes o
mejoras en la eficiencia. Suelen ser amigos
del análisis y de la planificación, así como de las técnicas de gestión
utilizadas en grandes corporaciones o aprendidas en escuelas de negocios, lo
que en principio puede ser una rémora cuando se inicia un modelo de negocio
pendiente de desarrollar, donde la agilidad en las decisiones, el proceso de
descubrimiento de clientes y la propia estructura organizativa de la startup,
exige menos planificación y más acción. Algunos son muy amigos de fijar numerosas y eternas reuniones de trabajo que suelen ser
poco productivas, lo que coarta la iniciativa y el desempeño del resto de
empleados.
14.
El
falso emprendedor
Son individuos que siempre han
querido tener su propia empresa porque ven como muchos empresarios tienen
éxito, fama y riqueza. Quiere emularlos buscando empezar un negocio que
transformar en una gran empresa. También son personas que consideran que el
mundo les ha tratado injustamente y que no
son valorados en una empresa a pesar de su curriculum y su dedicación, incluso
que sus jefes son mediocres, lo que le supone un techo de cristal. Así pues,
creando una compañía, con sus conocimientos y experiencia, podrían
desarrollarse más y mejor, de modo que ven en el negocio una forma de venganza
hacia el mundo que no les aplaude.
El problema es que viven o han
vivido en una burbuja de estabilidad y seguridad con una organización
empresarial que les proporciona las herramientas y recursos para gestionar su
actividad y que están acostumbrados a tener su nómina ingresada a final de mes.
15.
El soñador
Es aquel que está continuamente pensando
en crear un negocio o en desarrollar una idea, se pasa los días, meses y años
imaginando su negocio ideal, incluso imagina diferentes negocios y sus
posibilidades para triunfar. Es un emprendedor
de sillón, papel y lápiz que no aterriza sus ideas, es decir, no toma la decisión de llevar
a cabo el negocio, habla con unos y otros sin concretar acciones a realizar, ni
siquiera tiene una oficina para desarrollarlo. Al final todo se queda en el
aire y nunca hace nada serio, muchas veces porque en su fuero interno no tiene
empuje, seguridad ni quiere arriesgar. Por tanto, este perfil de emprendedor,
es un puedo y no quiero, o un lo dejo para mañana, alguien que adolece de lo
más importante, ser capaz de pasar a la acción.
Así pues, son múltiples los
perfiles que conforman el genoma emprendedor, sin embargo, en mi opinión, no todos los empresarios son emprendedores
ni todos los emprendedores son empresarios. No es oro todo lo que reluce y
tras muchas historias de éxito no siempre se esconde un emprendedor nato. Muchos
han creado sus propias empresas porque no les quedaba otra opción, ya no tienen nada que perder, algo que
ocurre cada vez más con aquellos empleados o directivos que han sido despedidos
de sus empresas y que tienen edades que superan los 40 años, dificultando en
gran medida su reincorporación al mercado laboral.
De todos los tipos mencionados,
el que más crece en España es una mezcla letal, la del desahuciado y la del de
falso emprendedor, muchos de ellos terminan cayendo en los brazos de las
enseñas franquiciadoras, algunas muy sólidas y otras, puro humo, pero pensando que así se alcanza la estabilidad y seguridad denostada. Sin embargo,
tras varios meses e incluso años sin encontrar empleo, terminan invirtiendo sus ahorros
(que a veces son la indemnización recibida por el despido) o se endeudan, para
montar un negocio en franquicia que piensan que invariablemente va a dar buenos frutos. Los llamo
falsos emprendedores porque muchos de ellos, no todos, piensan que una
franquicia es casi garantía de éxito, rentabilidad, estabilidad y seguridad,
por tanto, que recibirán mensualmente una serie de ingresos que constituirán su
principal fuente de sustento. No son conscientes de que habrá meses que en vez
de recibir una renta (en forma de beneficios o salario artificial) tendrán que
poner más dinero de sus ahorros o de nuevos créditos. Nada más lejos de la realidad, porque la franquicia, como cualquier negocio puede dar buenos resultados, pero también malos, exigiendo en ambos casos, iniciativa, empuje, trabajo y asumir riesgos.
Así pues, lo primero que uno debe
analizar es si realmente se tiene madera de emprendedor, y de ser así, analizar
los diferentes perfiles para ver cuál es aquel con el que mejor nos sentimos
identificados y actuar en consecuencia. Una
cosa es ser emprendedor y otra muy distinta tener una empresa, algo que no
todo el mundo tiene claro.