lunes, 12 de mayo de 2014

MORIR DE ÉXITO – LO QUE NO DEBE NUNCA HACER UNA EMPRESA


El otro día fui a consulta de un médico traumatólogo en la clínica famosa cuyo nombre no diré por ahora, debo indicar que la consulta la solicité antes de Semana Santa (en abril) y que me dieron cita para el día 7 de mayo como lo más temprano posible, ya empezábamos mal, pero bueno, cuando uno quiere algo concreto, a veces hay que sufrir por ello. Me dan cita con un médico cuyo nombre no consigo recordar, aunque lo tengo apuntado, lo que quiero decir es que no es nadie famoso ni conocido entre la sociedad, independientemente de que entre sus colegas lo pueda ser.

La cita era a las 10:30 de la mañana y yo, como siempre, llego muy puntual a mis citas, así que, llego a la clínica, no encuentro aparcamiento en la calle y tengo que utilizar el parking privado que gustosamente tiene a disposición de los pacientes. Por el módico precio de unos 3€/hora en una zona de las casi afueras del centro, ya debe dar gusto suficiente

Para poder entrar en consulta, debes pasar por control de consultas, que gran nombre para llamar a la recepción de un centro y para que te obliguen a pasar la tarjeta del seguro antes de pasar a consulta. Así lo hago, tras esperar una cola de 5 pacientes, y la persona que me atiende, que me parecía iba de sobrada, apenas me mira, me pide nombre y tarjeta. Tras hacer las gestiones oportunas me indica que tengo que dirigirme a la consulta nº 5 en ese pasillo, pues vale, para allá vamos y, me encuentro que hay una pequeña sala con dos puertas, la consulta 5 y la 6, tres personas sentadas a las que saludo y me quedo esperando.

Son las 10:40 cuando abre la puerta de la consulta y sale un paciente, a continuación sale el médico y, mira qué sorpresa, llama a otra persona. Yo, por educación, y como estoy habituado a los contínuos retrasos de la clase médica (me refiero a los de tiempo), callo y espero pero tras 20 minutos sale de nuevo el paciente y el médico pronuncia otro nombre incorrecto, lo digo, porque no era el mío (seguro que mucha gente en esa situación, se dice a sí misma, que me llame a mí, que me llame a mí), decido seguir esperando y, tras 15 minutos se vuelve a repetir la escena, ya eran las 11:15h y llevábamos 45 minutos de retraso. En cuanto pronuncia el nombre de otra persona, ésta se adentra rápidamente en la consulta como si fuesen a quitarle el turno y, antes de que el médico cierre la puerta le pregunto (por si se había olvidado de mí) cuánto mé queda para entrar y, me dice, quedan dos pacientes.

Ahí empiezo a hablar en arameo y a pensar en la gran ventaja competitiva que tendría un hospital donde los médicos se ajustasen a los horarios y no se crean que son semidioses con una varita a los que hay que idolatrar porque van a curarte.

El caso es que, decido ir a la cafetería a tomar un café y, a la vuelta, ya eran sobre las 11:45h, el ilustre médico se digna a llamarme. Tras la consulta me prescribe un tratamiento de fisioterapia que yo intento llevar a cabo en ese centro, básicamente porque sé que allí se tratan deportistas importantes y gente de la farándula lo que me da ciertas garantías.

Me dirijo a fisioterapia, en la planta inferior, y allí encuentro, en la sala de espera pequeña, por no llamarla enana, tres personas de edad avanzada que me miran con cara de sorpresa. También encuentro, tras un cristal, una persona a la que me dirijo y, cuando le indico que quiero que se me trate allí, me dice que eso es  complicado porque tienen mucha demanda y pocos huecos pero que, en cualquier caso, apunta mi nombre en un papel y que entre 24 y 48 horas más tarde me llaman para decirme qué huecos tienen libres.

Yo, que soy bastante racional y que asesoro a empresarios y directivos, me cuesta creer que si llega el tío de Nadal para pedir cita para fisioterapia para su sobrino, por alguna lesión, esa misma empleada le pida nombre, apellidos y sociedad médica para después decirle que ya le llamarán.

Hoy lunes, tras 5 días desde aquello, me llaman al móvil y, me indican que el responsable ha valorado mi caso y que no hay hueco para mí, y le pregunto, pero no hay hueco esta semana, este mes o nunca y me dice que es que al ser valorado, hay otros pacientes que siempre van a tener preferencia en ese centro, que son, básicamente los que han de recibir rehabilitación tras una cirugía y algún otro que considere el responsable. Por suerte para mi, me dicen que tienen muchos huecos en una clínica en Pozuelo de Alarcón, que allí seguro que me pueden tratar, pero claro, yo le digo que vivo a 40 km de ese pueblo y mucho más cerca de esta clínica, ante lo que me indican que no puede hacer nada más pero que con el seguro médico que tengo, hay muchísimas clínicas de fisioterapia en Madrid en las que seguro me atenderán.

Yo sé que el problema principal radica en dos aspectos, el primero, la mala costumbre de algunos grandes hospitales que por soberbia, piensan que un cliente menos no impactan en su cuenta de resultados. Por otro, la sociedad médica (el grupo asegurador) de la que yo soy cliente, que es una de las empresas aseguradoras más conocidas y relevantes de este país (no diré su nombre por ahora), que sé a ciencia cierta que cada vez paga menos a los profesionales y a los hospitales donde está dada de alta.

Cuando llega, la moda low-cost y alcanza a los seguros, comenzamos a ver que muchas grandes compañías hacen campañas para, además de ofrecer buenos precios, marcar la diferencia en calidad, servicio y bla, bla,bla frente aquellas otras que directamente se posicionan como bajo coste. Pues bien, algunas de esas compañías de prestigio, crean su modelo low-cost para competir de tú a tú en el mercado y mantienen a la marca principal en otro posicionamiento, sin embargo, recortan costes y prestaciones para poder ofrecer primas asequibles al consumidor final. Me recuerda mucho al cada vez más pequeño tamaño de las hamburguesas de los establecimientos más conocidos.

Hoy, alguien de mi familia ha pedido cita para Neurología en la citada clínica y, como siempre, lo primero que preguntan es la sociedad a la que pertenece, para ofrecerle como primera opción el 26 de agosto. Hoy es 12 de mayo y me ofrecen ese día?, no puede ser, a ver si me he equivocado y he llamado al centro de salud.

Lo que no sabe la compañía aseguradora, que este cliente, le da los días contados, que en breve voy a presentar la carta de no renovación (mía y de los 4 miembros de mi familia) del seguro de salud, al igual que voy a hacerlo con todos los demás seguros que tengo contratados con ella. En cuanto a la clínica, el boca a boca ante amigos, clientes y alumnos hará lo oportuno y espero que llegue el día en el que todo esto cambie, aunque, para ser justos, este fenómeno ocurre cada vez con mayor frecuencia y es que cuando la competencia aprieta, el que termina sufriéndolo es el cliente.

Alguien dirá que si quiero mejor servicio que pague más, pero estará equivocado, ya pago más, es decir, además de contribuir al sistema de la Seguridad Social, debo realizar un copago porque considero que, a través de sistema privado de seguros médicos, me darán mejor nivel de calidad que en los hospitales públicos (al menos en lo que se refiere a listas de espera) y no es así, no cumplen con lo prometido que era que, por el precio que pago (que no es poco) me darán un servicio de calidad en los mejores centros sanitarios nacionales e internacionales. Una vez más, el márketing ha ganado pero quienes realmente se están frotando las manos son la nueva aseguradora y el nuevo hospital donde voy a satisfacer mis necesidades, claramente insatisfechas.

A veces, cambiar por fuerza, te ayuda a ver el mundo de otra manera, es un balón de oxígeno que te hace descubrir alternativas de mercado que no conocías porque ni siquiera te las habías planteado y eso es lo que hace que vaya mejorando la competitividad, sin menoscabo de la pérdida de credibilidad que cada vez más tienen instituciones y compañías históricas que van enarbolando su marca y prestigio allende los mares.

Morir de éxito, básicamente es no ser capaz de satisfacer tu propia demanda y generar una imagen de desencanto hacia tus potenciales clientes que, por la fuerza de las circunstancias, se ven obligados a elegir a otros competidores, lo cual conlleva un importante lucro cesante y, lo que es peor, ni siquiera se plantearán en el futuro la opción, pues su experiencia ha sido tan negativa que automáticamente, han sacado la bolita de esa empresa del bombo de las elecciones posibles sin perjuicio de los comentarios jocosos que harán tomando café con los compañeros de trabajo y amigos.



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